lunes, 16 de abril de 2012

It's not a reason...

Me preguntan porqué soy pagano. (Y sí, lo digo con orgullo.) Y es difícil  contestar. Sobre todo, porque la respuesta no se parece ni a lo que esperan quienes no me conocen, ni (menos) a lo que esperan quienes me conocen. La respuesta es compleja.

De entrada, los dos (quienes me conocen y quienes no lo hacen) esperarían, por diferentes motivos en cada caso, una "razón" (que desde que decimos las palabras "fe" y "creencia", ya se salió del edificio). Así que no, la primera respuesta no es una razón, son sentimientos. Muchos.

El primero de ellos fue de abandono; de entender que el cristianismo que conocía no respondía a mis necesidades ni permitía que yo incluyera en mi vida a quienes quería incluir, que no toleraba ni mi música, ni mi ropa, ni mis tatuajes ni a mí. Que no toleraba, punto.

El segundo fue de carencia. De darme cuenta que el cristianismo no fomentaba abrazar un árbol, ni alzar las manos al cielo espontáneamente en señal de agradecimiento porque simplemente eso era lo que me nacía hacer en el momento, ni admitía que se hicieran ofrendas virtiendo miel sobre la tierra vacía, ni mucho menos que se bailara al orar. En cambio, exigía rezos calendarizados y repetitivos, y para todo lo que presumía de tener un dios vivo, pretendía que me relacionara con él en el mejor de los casos, como con un jefe de oficina (a regaños dados por medio de sus delegados, manteniendo una relación basada en un horario y en la expectativa de una recompensa futura, en vez de una relación nacida de la convicción profunda de que de su mano, estaba el camino a mi felicidad). No debería sorprendernos el triunfo del cristianismo en el mundo postmoderno. Es la religión perfecta para un Godínez. Mis dioses, que pueden morir, me hablan. En truenos y lluvias, en llamas y suspiros, en atardeceres, en hambre, en deseo, mi relación con mi propio cuerpo, con la naturaleza y con las fuerzas sagradas que los hacen posibles, es más viva que la de la mayoría de los cristianos que conozco. Yo puedo conversar con ellos. Puedo hacerles regalos materiales vertiéndolos sobre la tierra, sin preocuparme de la responsabilidad que engendre para mí como donador el uso que sus "delegados" hagan de ellos.

Un cristiano no puede caer de rodillas en un bosque a dar gracias por la vista, ni puede considerar que el estar sentado alrededor de una fogata contando historias, brindando (¡¡¡con ALCOHOL!!! *se santigua* :) )  y expresándose cariño (o incluso amor físico) sea una celebración religiosa. Nosotros también tenemos espacios para la reflexión y la meditación (cualquier <i>vitki</i> que haya entrado en trance, o cualquiera que haya tenido una visión, lo sabe bien) pero como somos conscientes de que no todo en la vida es reflexión, nuestra oración no se limita a una actividad del intelecto o del "espíritu". Siendo el hombre un todo, el pagano, en su oración, da todo de sí mismo, acercándose a los arquetipos de sus dioses cuando realiza diferentes actividades. El ejercicio es un don para Thor, y el sudor que cae a la tierra es mi regalo de agradecimiento por las endorfinas que los Dioses han querido que se liberen en mi cuerpo. El sexo es un don para Freyr y Freyja, y en los momentos de máxima exaltación, los recuerdo a ellos al tiempo que disfruto a mi pareja. El estudio (en mi caso) es un momento para Odín, y me esfuerzo en contemplar el proyecto de la maestría con la misma asiduidad, sacrificio y entereza de propósito con la que Odín contemplaba las runas mientras pasó nueve días suspendido del Yggdrassil, según nos cuenta el Hávamal. Y quien haya hecho una buena broma que lo haya hecho reír hasta que el vientre duela ya sabe rezarle a Loki.

El cristianismo ha pretendido recubrir eso que nuestros padres sabían, y que parecemos haber olvidado (a saber: que todo es de los Dioses, y a ellos vuelve) con "argumentos" que se acumulan como paja: En sí mismos son delgados y endebles, pero cúbrelo con kilos y kilos de ellos, y sepultarás esta verdad hasta el punto en el que no será posible sacarla de esa montaña de paja tan limpia como entró.

El tercer gran sentimiento, cuando redescubrí esas antiguas historias que siempre estuvieron escondidas en plena vista,  murmurándome detrás de Tolkien y de muchas otras fuentes, fue de pertenencia. Entre más investigaba de los mitos, más me identificaba con los arquetipos y quería a esos Dioses -a todos y a cada uno de ellos- para mí. En ellos, encontré el lago de hielo donde hoy por hoy, estos huesos quieren descansar cuando sean viejos. Lo que santificará mi tumba será el paso de la aurora boreal.

Con este sentimiento, vino una ola de reflexiones sobre cómo los propios cristianos han contribuido a construir la "cultura de la muerte" de la que tanto se duelen:

El cristiano promedio vive en una ciudad, y nunca ha visto sacrificar a los animales que se come. No tiene elementos para entender lo que cuesta al mundo el mantenerlo vivo. Sus entierros, con casquete cerrado e incinerando, sólo permitiendo que unos pocos miembros de la familia depositen las urnas en una práctica cajita que permite que las iglesias sean más pequeñas por no requerir tanto espacio para criptas, no ayudan a asumir la naturalidad de la muerte, ni fomentan que los deudos distintos de la familia inmediata cierren ciclos. Estar en un entierro pagano, en cambio, y ver la tierra caer sobre un cuerpo sin féretro -¿para qué? - permite dejar ir todo lo que se quedó atorado; tomar un puño de tierra y verterlo sobre el cadáver hace parte activa al deudo. La eulogía no espera al final de la noche, cuando ya todos se quieren ir, sino que constantemente se recuerdan las historias del fallecido, a quien se celebra por lo que haya hecho de honorable. Si muero pagano, quiero que se me entierre pagano, y por acá, donde hace frío.

Soy de mis Dioses. Me empecino en serlo. Los llevo tatuados en mi piel. Si eso me cierra puertas entre los cristianos, que así sea. Ellos tienen las mías abiertas -y los cercanos lo saben- por lo que no veo porqué tenga que repetirse la historia de San Olaf. Pero si se repite, no será la primera vez. Los paganos, los de antes y los de ahora, ya sabemos dejar huellas de nuestra desaparición para reencontrarnos y reconstruirnos después. La persecución no es algo que nos espante.

Cuando me preguntan porqué soy pagano o qué significa para mí, tengo que responder con cosas que para un cristiano nada tienen que ver con Dios o dioses, pero que en realidad, están en la esencia de una verdadera religión como: "¿Has estado en una tormenta cuando cae un rayo cerca y escuchado cómo, por unos segundos, todo se congela? ¿Como si la naturaleza misma no supiera qué contestar? Esa es la fuerza de Thor haciéndose patente. El que no la ha visto, no la entiende; el que ya la ha visto no la explica."
"

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dí lo que tengas que decir, pero recuerda que eres huésped aquí. Entra, y vete, en paz.